HACIENDO
AMIGOS
-Por favor no
llores-me decía Daniel mientras las lágrimas caían de mis ojos.
-Necesito llorar- decía entre sollozos.
-Por favor – me repetía con cara de cordero degollado.
-No es por tu culpa si es lo que crees, es por todo. Es
muy duro dejar una vida, unos amigos, una casa…
-Lo sé, pero siento que es mi culpa por haberte hecho
sentir mal.
-No me has hecho sentir mal. Todo lo contrario, me has
ayudado. Y eso que he sido una borde contigo. No te lo merecías- los sollozos
ya casi habían terminado.
-No, tu no mereces que nada ni nadie te haga llorar-dijo
mirándome con los ojos más bonitos que jamás había visto.
Sonreímos el uno
al otro. La música que habíamos ignorado hasta el momento se convirtió en lo
único audible. Sonaba The best thing I
never had de Beyonce.
Nos miramos el uno al otro durante un largo minuto.
No sé porqué pero ya no me sentía tan mal. Todo lo
contrario, había descubierto una parte de él que seguro que nadie había
conocido jamás.
La canción terminó y se oyeron unos pasos en las
escaleras.
-Mi madre. Métete en el armario-dije con un hilo de voz.
-Muy típico de ti, meter un chico en el armario- replicó
con otro hilo de voz mientras iba hacia el armario.
-Cállate- le contesté yo dándole un pequeño codazo.
Delante de él cerré la puerta.
Entró mi madre en la habitación.
-Mauri ha llegado. ¿Cariño estás llorando?- preguntó
alarmada en cuanto vio mis ojos.
-No es nada - dije
sonriendo levemente- no tengo hambre. Luego picaré algo.
-¿Seguro que estás bien?
-Sí.
-¿Qué tal en el instituto? ¿Alguien interesante?
-No creo que le caiga muy bien a las chicas, son muy
pijas, y los chicos… muy raros… aunque alguien me ha parecido bastante
interesante…-dije sonriendo.
-Me asusta esa sonrisa…- dijo mi madre.
-No seas paranoica, ¿vale?
-Sé responsable con… ya sabes…
-Que si mamá vete a comer de una vez- no sabía hasta
dónde quería que escuchase Daniel.
Mi madre se fue y Daniel salió del armario.
-Que gusto salir del armario- dijo con un suspiro.
Me empecé a reír al notar el doble sentido.
Él también se rió.
Luego nos miramos otra vez.
Después de un minuto bajé la mirada, no aguantaba más esa
mirada.
No sabía que tenía ese chico pero, me volvía loca.
-Oye, ¿cuándo me toca a mi preguntar?- pregunté haciendo
alusión a lo de por la mañana.
-Dónde, cómo y cuándo tú quieras-dijo una sonrisilla
tonta.
Me senté en el suelo al lado de la ventana apoyando la
espalda en la cama y le dirigí una mirada para que viniese a sentarse.
Así lo hizo él, se sentó a mi lado.
-¿Naciste aquí, en el pueblo?
-Sí, siempre vivimos ahí- dijo señalando su casa con el
mentón- y dudo mucho que nos mudemos porque a la nueva vecina no le caigo bien.
- Yo no he dicho que no me calleras bien… ¿Me odias?
-No te tengo que odiar, todo lo contrario: eres mi
primera amiga-bajó la mirada.
Esto me pareció muy bonito y me salió casi instintivo
apoyar mi cabeza en su hombro. Él hizo lo mismo y apoyó su cabeza contra mi
cabeza.
-Ojalá nos hiciesen ahora una foto- dije yo en susurros.
-No quiero que te muevas y tampoco quiero moverme yo…-
replicó él.
Nos volvimos a concentrar en la música. Sonaba Tu mirada me hace grande de Maldita Nerea.
Cerré los ojos y, aún así no pude contener las lágrimas
otra vez.
-¿Llorando?-preguntó él.
-Sí. Normalmente no me gusta llorar delante de la gente pero,
contigo no me importa nada… soy solo yo sin importarme nada…
En ese momento Daniel levantó su cabeza de la mía y me
dio un beso en la mejilla.
Ohhhh. ¡Qué mono!
Luego me miró y me sonrió.
-¿Algo más que quieras preguntar?-me encantaba esa
sonrisa de suficiencia.
-No me vas a querer contestar…-dije sonriéndole.
-No, no me llevo bien con la gente… no sé si te acuerdas.
-Vale- repuse con otra sonrisa- ¿Te apetece hacer algo
conmigo hoy por la tarde?
-Si es contigo, claro que quiero.
-Genial, para empezar vamos a recoger esto. Pero primero
ve a tu casa y baja, llama a mi puerta y ven.
-¿Por…?-preguntó confuso- Bueno, eres tú…- puso los ojos
en blanco.
-Porque si mi madre sube y te ve aquí se asustará un
poquito…
-Vale.
Se levantó y se marchó por la ventana.
Me levanté y me puse a desempaquetar las cosas.
Al cabo de unos minutos
sonó el timbre.
Se oyeron unas voces.
-Vero, alguien ha venido a verte…
-Hola-dijo Dani con una sonrisa y guiñándome un ojo (con
cuidado de que no lo viese mi madre)
-Hola- respondí con otra sonrisa.
-Bueno, os dejo solos…-dijo mi madre.
Detrás de Dani se cerró la puerta.
-Ya está, las presentaciones están hechas-dijo él entre
carcajadas.
-Si, a recoger.
-¿Qué…?
-Hay que desempaquetar todas estas cosas y guardarlas,
luego comprar unos botes de pintura y luego pintar…-le dije rápidamente
mientras me ponía a trabajar- ¡Manos a la obra!
- Claro jefa. ¿De qué color vamos a pintar?
-De verde pistacho- dije sonriendo.
-Me lo esperaba de ti pero, ¿pistacho?- preguntó
extrañado.
-Me recuerda a casa…
-¿Tenías la habitación pintada de verde?
-No, me recuerda a Galicia. Al verde que aquí no hay.
-Hechas mucho de menos tu casa, ¿verdad?
-Sí, me gustaba mucho la lluvia en invierno y el sol en
verano…-dije con morriña por mi tierra- pero lo mejor era el otoño… todo lleno
de hojas de todos los colores… y la primavera era… preciosa.
- No vuelvas a llorar- dijo mirándome con una mirada
llena de cariño y una sonrisa muy tierna.
-Tranquilo.
No sé porque pero cuando estaba cerca de él me entraban
ganas de sonreír y al parecer a él también, era algo…mágico cuando estábamos juntos.
-Gracias-susurré-por todo. Por ser mí amigo, por
ayudarme…
-Más me vale ser tu amigo porque Sonia y su grupito te va
a odiar para siempre.
Solo sonreí, con eso nos lo decíamos todo.
-A trabajar. A ver qué música tienes- dijo dirigiéndose a
mi equipo.
Yo me puse a guardar las cosas de las cajas.
-Esto está mejor…- dijo poniendo una canción de Pitbull. Give me everithing- esta me
encanta.
Se acercó a mí y me agarró por la cintura. Me giré,
estábamos muy cerca.
-¿Bailas?-preguntó.
-Claro y muy bien además…
-Oh… ¿sabes que me llaman “El Pitbull”?- dijo bromeando.
-Hay que trabajar…
Me puse otra vez a guardar cosas en los cajones y él,
hizo lo mismo.
Cuando terminamos de recoger, él me cogió otra vez por la
cintura.
-¿Vamos a comer algo? Conozco una pizzería buenísima aquí
cerca y luego compramos la pintura-susurró a mi oído.
-Claro déjame coger las cosas.
-Ok. Yo voy a mi habitación a coger dinero. Vengo ahora.
Se fue por la ventana mientras yo buscaba mi cartera en
el armario.
Cuándo me di la vuelta ya estaba allí.
-¿Vamos?- preguntó.
Asentí una vez.
Bajamos las escaleras.
-Mamá, nos vamos a comer una pizza y a comprar la
pintura- dije a mi madre.
-Divertíos.
-Por descontado- dijo Dani.
Abrí la puerta y
nos fuimos.
Caminamos en silencio hasta encontrar la pizzería.
La urbanización era bonita y parecía sacada de un cuento.
Todas las casas tenían la misma forma pero cada una era diferente a la
anterior.
-¿Otra vez en las nubes?- preguntó Dani cuando llegamos a
la pizzería.
Solo sonreí porque
su sonrisa no me había permitido pensar.
Entramos a la pizzería.
-¿De qué la quieres?- dijo con una sonrisa angelical.
-Me da igual. Elige tú- respondí con sinceridad.
-Facu. La de siempre grande, por favor.
-Claro-respondió un anciano gordito, bajo y con poco pelo
al otro lado de una puerta.
-Vienes mucho por aquí…
-Sí, Facu es lo más parecido a un amigo que he
tenido…-dijo mirando con ternura hacia la puerta.
-En dos minutos está lista- se escuchó la voz del
anciano.
-¿Nos sentamos en la barra o en las mesas?- no sé que
tiene ese chico que no me puedo resistir a sonreír cuando está cerca.
No respondí, me puse a andar hacia la mesa más alejada a
la barra para que el anciano no nos escuchase.
-Ya está, Dani- dijo el hombre cuando apareció por la
puerta. Se sorprendió de verme allí- estás acompañado, me alegro mucho de que
sea tan guapa.
-Gracias- dije con timidez.
-Es la hija de la mujer de Mauri, mi vecino- dijo Dani
con una sonrisa, como… un triunfador.
-Me alegro de que ella sea la primera persona que
descubre tu lugar… ¿cómo te llamas?- me preguntó Facu con una sonrisa.
-Vero- dije esta vez sin timidez- ¿conoce a Mauri?
-Claro, y a tu madre. Es igualita a ti…
-¡Este viejo conoce a todo el barrio y quizás a todo
Madrid!- dijo Dani entre carcajadas.
- ¿A mi madre?- pregunté extrañada.
-Gran mujer… solía venir con Mauri. Aquí le pidió que se
casara con él… en esa mesa-dijo señalando una mesa en la otra punta del
establecimiento.
-Valla… eso explica muchas cosas…-dije para mis adentros.
-Venga comed y no os preocupéis por mí que ya me voy…
-¿De qué es?- pregunté cuando Facu ya se había ido.
-De cuatro quesos… ¿te gusta?
-Me encanta…-dije mordiendo un trozo de pizza que me
había cortado.
-Gracias- dijo con la mayor sinceridad que pudiese haber
en sus ojos color miel.
-Gracias- dije yo también.
Nos habíamos sentado el uno en frente del otro pero me
levante y me senté a su lado. Puse mi cabeza contra su hombro. Allí se estaba
muy a gusto…
Él no respondió y se abrazó a mí. Pasó su brazo por
detrás de mi cuello y el otro por delante de mi cintura.
Yo me acurruqué más contra él y le besé en la mejilla. Luego volví a
apoyarme contra él.
Podría estar así horas sin cansarme.
-Contigo todo es tan fácil…-dije con un suspiro.
-Es como si nos conociésemos de antes, de toda la vida-
respondió él.
Había unas horas que lo conocía pero, era diferente a
todo el mundo que había conocido antes. Era especial.
-Eres especial, diferente- dijo como si me leyese la
mente- lo percibí desde que me dejaste solo y te largaste a buscar la
conserjería… ¿por qué lo hiciste?
Me separé de él y lo miré a los ojos.
-Me pareciste un salido y no tenía ganas de bromas…
-¿Y ahora, qué te parezco?-puso una de esas sonrisas que
quitan la respiración.
“La persona más maravillosa del mundo entero” quise
decir…
-Me pareces la persona más especial que he conocido y que
seremos buenos amigos…-volví a sonreírle a sus ojos, él hizo lo mismo.
De repente me tocó los pómulos con las yemas de sus
dedos.
-Tienes los ojos más bonitos que he visto nunca…-dijo.
Su voz, su piel, sus ojos, su sonrisa, su pelo… ¿todo en
él era perfecto?
Me acurruqué otra vez contra él.
-Tú también eres diferente y especial-murmuró.
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