jueves, 9 de febrero de 2012

Capítulo 3


                         PRIMERAS IMPRESIONES

Como no tenía ni idea de cómo encontrar la clase me senté en un banco y miré los planos del centro. No parecía tan complicado. Al parecer tenía que subir las escaleras y  seguir recto y la encontraría. En marcha.
Durante el camino fui mirando los trabajos expuestos. Eran de los chicos de primer curso sobre la monarquía española. Eran realmente buenos, con  excepciones, claro.
Subí las escaleras y por suerte me encontré con unos chicos. Creía que ya había tocado el timbre.
 Encontré el aula sin problemas ya que, se me daba muy bien la orientación.
Cerca de ella se encontraban algunos compañeros de mi futura clase.
Oh. Genial. También estaba Daniel. Y se acercaba. ¿Qué querría?
-Hola de nuevo-dijo con una sonrisa en la boca-veo que has encontrado la conserjería y que vamos en la misma clase…
-No te hagas ilusiones, claval-me dejé llevar por lo que le había querido decir antes- Mira, yo no sé cómo se las gastan las chicas de por aquí, pero yo no soy así. Métetelo en la cabeza. ¿Vale?
- Alguien está de mal humor…- se regodeó él.
-Piérdete…
-Eres un poco borde ¿no?-preguntó con sarcasmo.
- A ti no te importa si lo soy o lo dejo de ser- corté por lo sano.
 Justo a tiempo llegó la profesora de inglés.
Tenía un aspecto  desgarbado. Y por sus ropas debía ganar mucho dinero.
Abrió la puerta y entramos.
-Eh… ¿dónde me siento?-pregunté  tímidamente a la profesora.
-Eres Verónica Martínez, ¿no?
-Sí.
-Siéntate al lado de Daniel Sánchez, en la última fila.
 Fui directa a mi sitio. Daniel sonrió de oreja a oreja.
Me estaba irritando ese chico.
No le hice caso en toda la hora.
Estaban dando algo que yo ya había dado y estuve pensando toda la hora en pintar mi nueva habitación.
El timbre sonó en el momento menos esperado.
-¿Qué, en las nubes?- preguntó “él” con ironía.
 Me levanté y recogí mis cosas sin hacer caso.
 Al levantarme me di cuenta de que dos chicos me estaban mirando desde la puerta, sonriéndome.
-Ya tienes unos cuantos admiradores-dijo observándolos.
-Supongo. ¿Qué toca ahora?-pregunté, pues no tenía ni idea.
-Lengua. ¿Vamos juntos?-odiaba esa sonrisilla de suficiencia suya.
Lo consideré un momento. No sabía dónde estaba esa clase.
-Vale- dije dándome por vencida.   
Salimos de la clase sin hacer caso a los chicos de la puerta.
Caminamos en silencio unos minutos y al llegar a la puerta se sentó en el suelo y me dijo que me sentara. Así lo hice.
-¿Por qué te mudaste?-pregunto de repente.
-Mi madre se casó hace unos meses con un tipo de aquí y como tenía trabajo y casa aquí. Le consiguió un trabajo a mi madre dónde le pagaban más...-se me fue apagando la voz.
- ¿De dónde eres?
-De Galicia.
-Ah.
-¿Alguna pregunta más?
-SÍ. Pero no me la vas a querer contestar…-dijo un poco desanimado.
-Pegunta, es una oportunidad irrepetible-ese chico no era tan malo.
-¿Tienes novio?
-No. ¿Algo más?
-¿Cuál fue tu primera impresión de mi?
Lo pensé un segundo, la pregunta me había pillado desprevenida.
-Me pareciste en chulo de playa y un insoportable-dije con una sonrisa.
- No, eso lo pensaste una vez que te hable. Pero yo me refiero a antes.
-Humm… un chico extraño que tiene que conocer a todo el mundo para poder decir quién es nuevo y quien no- respondí con sinceridad.
-Interesante.
-¿Y tú de mi?-nunca me había importado lo que pensase la gente de mi en este caso, tenía curiosidad.
-Que eras muy guapa y diferente a las chicas de aquí. No me seguiste el juego, cosa rara si eres la nueva y quieres hacer amigos
- Tu estas muy acostumbrado a eso, a que todos te sigan la corriente, ¿no?
-No es así del todo.
-Explícate.
-No soy de esos chicos que dices tú. Es solo que no caigo muy bien por aquí por eso. La gente piensa de mí que soy un chulo y nadie me da la oportunidad de explicarlo. Casi como hiciste tú- me recordó.
-Lo siento… no lo sabía-había metido la pata hasta el fondo.
-Pero tú a diferencia de los demás me dejaste que me explicara- continuo hablando como si no me hubiese escuchado- por eso digo que eres diferente.
-Hola, ¿eres Verónica?-preguntó una chica que no sabía cuánto llevaba escuchando.
Tenía el pelo largo, rubio y lacio. Tenía una ropa preciosa. Era alta y delgada.
-Sí-dije con timidez.
-Veo que ya conoces a Daniel…
-Sonia, ¿no te ha explicado tu adinerado papá que es de mala educación interrumpir?-estaba claro que esa chica no le caía demasiado bien.
-Daniel, no hablo contigo-dijo con una mirada de suficiencia- ¿Vienes? Te quiero presentar a unos amigos más interesantes-dijo echándole una mirada envenenada a Daniel.
 La miré un instante. No merecía la pena. Daniel parecía buen chico y no me había gustado su tono de voz.
-No gracias, estoy bien acompañada-me salió de dentro decirle eso. Parecía una hipócrita.
Daniel  soltó una carcajada.
La tal Sonia se fue rápidamente.
-No deberías haber hecho eso-me dijo entre carcajadas- Te va a odiar de por vida.
-No me cae muy bien esa chica- comenté tímidamente.
-Sois la clase de 3ºB y tenéis clase con Julián, ¿no?- preguntó de repente una voz masculina en frente de nosotros.
-Sí-respondió Daniel- ¿No ha venido?
-No.
Esa hora estuvimos en un aula muy grande que debía ser el salón de actos.
El resto de las clases pasaron muy rápido y sin nada digno de mención.
- ¡Hey Vero!-gritó una voz a mis espaldas cuando iba a coger el autobús.
Me giré. Era Daniel.
Esperé a que llegara.
-¿Vas en bus?-preguntó casi sin aliento.
-Si, en la ruta 2A. ¿Por?
-Vamos en el mismo…-dijo sonriendo.
-Me irritas muchísimo-dije volviendo a caminar de nuevo.
Nos subimos al autobús.
Durante todo el trayecto fui mirando las calles para estar segura de poder volver sola.
El autobús se paró y reconocí la casa de Mauri al lado.
Daniel también se bajó.
-¿Te bajas aquí?-pregunté con incredulidad.
-Sí, ¿dónde vives?
-En esa casa granate con piedras en las ventanas- dije señalando la casa que teníamos enfrente.
-¿La casa de Mauri?-era más una afirmación que una pregunta.
-Sí.
-Yo vivo en la amarilla, la que es igual…
Mire la otra casa. Eran iguales solo que una granate y la otra amarilla.
-¡Oh no!
Daniel se rio, parecía divertirle la situación.
-Eres insoportable- dije corriendo a casa.
-¡No te enfades vecina! Esta tarde te voy a hacer una visita ¿vale?-preguntó.
Entré en casa  y cerré de un portazo.
-Vero, ¿qué te pasa?-preguntó mi madre sobresaltada.
-Nada-susurré- un día muy largo. Me voy a mi habitación y luego a comprar la pintura.
-Vale-dijo poco convencida mientras yo subía las escaleras- ¿no tienes hambre?
-No, esperaré a Mauri-aún faltaba media hora para que viniera a comer.
-Ya te he comprado los libros, te los voy a forrar por la tarde.
Subía a mi habitación. Estaba hecho todo un lio.
Me puse a ordenar y a sacar cosas de las cajas de embalaje.
Encontré mi equipo de música y lo puse encima de una estantería cerca de un enchufe y probé suerte.
-Bien, funciona- dije para mí misma.
Puse un CD  de música que había grabado hace unas semanas en mi casa. Antigua casa más bien.
Puse una canción que solía cantar con mis amigas. Ella no sigue modas de Juan Magán ft Salgado.
Una de mis favoritas.
Subí un poco el volumen y abrí la ventana  porque iba a limpiar.
-Ven a bailar conmigo tu no bailes sola. Ay ayay, yayay ven a bailar conmigo tu no bailes sola.
Enfadada con todo en la vida no valora que el tiempo decida. Si la miras se vira y pierde el sentido a la salida. Exhausta de evasivas cansada de mentiras no quiere bailar más. Princesa de mis sueños-canté al ritmo de la música.
-¿No me digas que esa es tu habitación?-dijo una voz familiar que procedía de la ventana.
-¡No!-grité.
-¡Si, somos vecinos de casa y de ventana!-dijo entre carcajadas Daniel.
-¡No puedo estar tranquila ni en mi habitación!-dije fulminándole con la mirada.
-Tranqui. No te molestaré-dijo marchándose de la ventana.
Por primera vez en todo el día lo vía afectado por mis palabras.
Me había pasado.
-Lo siento mucho. No te mereces esto. Te has portado muy bien con migo durante todo el día y yo me he comportado como una imbécil contigo y no es tu culpa. Soy idiota- de pronto sentí mis pestañas mojadas, me senté en la cama y comencé a llorar.
-La culpa ha sido mía. No llores por mi culpa por favor, me haces sentir fatal…
-Es por el día que he tenido. No es tu culpa.
-¿Puedo entrar a tu habitación?-la pregunta me extraño mucho.
-Si- respondí confusa.
-Ya estoy aquí-dijo Daniel pero, la voz procedía de muy cerca.
Me giré y allí estaba plantado al lado de mí.
-¿Cómo…?
-Llevo haciéndolo un par de meses, me gusta mucho esta habitación para dibujar, me inspira…- me cortó.
De repente me abrumó una sensación de deja bu muy extraña de cuando vivía en Galicia y mis amigas me habían hecho una fiesta sorpresa y entraron por la ventana de mi habitación.
 Se me llenaron los ojos  de lágrimas que, de un momento a otro se precipitaron a caer sobre mis mejillas.  

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