PRIMERAS IMPRESIONES
Como no tenía ni idea de cómo encontrar la clase me senté
en un banco y miré los planos del centro. No parecía tan complicado. Al parecer
tenía que subir las escaleras y seguir
recto y la encontraría. En marcha.
Durante el camino fui mirando los trabajos expuestos.
Eran de los chicos de primer curso sobre la monarquía española. Eran realmente
buenos, con excepciones, claro.
Subí las escaleras y por suerte me encontré con unos
chicos. Creía que ya había tocado el timbre.
Encontré el aula
sin problemas ya que, se me daba muy bien la orientación.
Cerca de ella se encontraban algunos compañeros de mi
futura clase.
Oh. Genial. También estaba Daniel. Y se acercaba. ¿Qué
querría?
-Hola de nuevo-dijo con una sonrisa en la boca-veo que
has encontrado la conserjería y que vamos en la misma clase…
-No te hagas ilusiones, claval-me dejé llevar por lo que
le había querido decir antes- Mira, yo no sé cómo se las gastan las chicas de
por aquí, pero yo no soy así. Métetelo en la cabeza. ¿Vale?
- Alguien está de mal humor…- se regodeó él.
-Piérdete…
-Eres un poco borde ¿no?-preguntó con sarcasmo.
- A ti no te importa si lo soy o lo dejo de ser- corté
por lo sano.
Justo a tiempo
llegó la profesora de inglés.
Tenía un aspecto
desgarbado. Y por sus ropas debía ganar mucho dinero.
Abrió la puerta y entramos.
-Eh… ¿dónde me siento?-pregunté tímidamente a la profesora.
-Eres Verónica Martínez, ¿no?
-Sí.
-Siéntate al lado de Daniel Sánchez, en la última fila.
Fui directa a mi
sitio. Daniel sonrió de oreja a oreja.
Me estaba irritando ese chico.
No le hice caso en toda la hora.
Estaban dando algo que yo ya había dado y estuve pensando
toda la hora en pintar mi nueva habitación.
El timbre sonó en el momento menos esperado.
-¿Qué, en las nubes?- preguntó “él” con ironía.
Me levanté y
recogí mis cosas sin hacer caso.
Al levantarme me
di cuenta de que dos chicos me estaban mirando desde la puerta, sonriéndome.
-Ya tienes unos cuantos admiradores-dijo observándolos.
-Supongo. ¿Qué toca ahora?-pregunté, pues no tenía ni
idea.
-Lengua. ¿Vamos juntos?-odiaba esa sonrisilla de
suficiencia suya.
Lo consideré un momento. No sabía dónde estaba esa clase.
-Vale- dije dándome por vencida.
Salimos de la clase sin hacer caso a los chicos de la
puerta.
Caminamos en silencio unos minutos y al llegar a la
puerta se sentó en el suelo y me dijo que me sentara. Así lo hice.
-¿Por qué te mudaste?-pregunto de repente.
-Mi madre se casó hace unos meses con un tipo de aquí y
como tenía trabajo y casa aquí. Le consiguió un trabajo a mi madre dónde le
pagaban más...-se me fue apagando la voz.
- ¿De dónde eres?
-De Galicia.
-Ah.
-¿Alguna pregunta más?
-SÍ. Pero no me la vas a querer contestar…-dijo un poco
desanimado.
-Pegunta, es una oportunidad irrepetible-ese chico no era
tan malo.
-¿Tienes novio?
-No. ¿Algo más?
-¿Cuál fue tu primera impresión de mi?
Lo pensé un segundo, la pregunta me había pillado
desprevenida.
-Me pareciste en chulo de playa y un insoportable-dije
con una sonrisa.
- No, eso lo pensaste una vez que te hable. Pero yo me
refiero a antes.
-Humm… un chico extraño que tiene que conocer a todo el
mundo para poder decir quién es nuevo y quien no- respondí con sinceridad.
-Interesante.
-¿Y tú de mi?-nunca me había importado lo que pensase la
gente de mi en este caso, tenía curiosidad.
-Que eras muy guapa y diferente a las chicas de aquí. No
me seguiste el juego, cosa rara si eres la nueva y quieres hacer amigos
- Tu estas muy acostumbrado a eso, a que todos te sigan
la corriente, ¿no?
-No es así del todo.
-Explícate.
-No soy de esos chicos que dices tú. Es solo que no caigo
muy bien por aquí por eso. La gente piensa de mí que soy un chulo y nadie me da
la oportunidad de explicarlo. Casi como hiciste tú- me recordó.
-Lo siento… no lo sabía-había metido la pata hasta el fondo.
-Pero tú a diferencia de los demás me dejaste que me
explicara- continuo hablando como si no me hubiese escuchado- por eso digo que
eres diferente.
-Hola, ¿eres Verónica?-preguntó una chica que no sabía cuánto
llevaba escuchando.
Tenía el pelo largo, rubio y lacio. Tenía una ropa
preciosa. Era alta y delgada.
-Sí-dije con timidez.
-Veo que ya conoces a Daniel…
-Sonia, ¿no te ha explicado tu adinerado papá que es de
mala educación interrumpir?-estaba claro que esa chica no le caía demasiado
bien.
-Daniel, no hablo contigo-dijo con una mirada de
suficiencia- ¿Vienes? Te quiero presentar a unos amigos más interesantes-dijo
echándole una mirada envenenada a Daniel.
La miré un
instante. No merecía la pena. Daniel parecía buen chico y no me había gustado su
tono de voz.
-No gracias, estoy bien acompañada-me salió de dentro
decirle eso. Parecía una hipócrita.
Daniel soltó una
carcajada.
La tal Sonia se fue rápidamente.
-No deberías haber hecho eso-me dijo entre carcajadas- Te
va a odiar de por vida.
-No me cae muy bien esa chica- comenté tímidamente.
-Sois la clase de 3ºB y tenéis clase con Julián, ¿no?-
preguntó de repente una voz masculina en frente de nosotros.
-Sí-respondió Daniel- ¿No ha venido?
-No.
Esa hora estuvimos en un aula muy grande que debía ser el
salón de actos.
El resto de las clases pasaron muy rápido y sin nada
digno de mención.
- ¡Hey Vero!-gritó una voz a mis espaldas cuando iba a
coger el autobús.
Me giré. Era Daniel.
Esperé a que llegara.
-¿Vas en bus?-preguntó casi sin aliento.
-Si, en la ruta 2A. ¿Por?
-Vamos en el mismo…-dijo sonriendo.
-Me irritas muchísimo-dije volviendo a caminar de nuevo.
Nos subimos al autobús.
Durante todo el trayecto fui mirando las calles para
estar segura de poder volver sola.
El autobús se paró y reconocí la casa de Mauri al lado.
Daniel también se bajó.
-¿Te bajas aquí?-pregunté con incredulidad.
-Sí, ¿dónde vives?
-En esa casa granate con piedras en las ventanas- dije
señalando la casa que teníamos enfrente.
-¿La casa de Mauri?-era más una afirmación que una
pregunta.
-Sí.
-Yo vivo en la amarilla, la que es igual…
Mire la otra casa. Eran iguales solo que una granate y la
otra amarilla.
-¡Oh no!
Daniel se rio, parecía divertirle la situación.
-Eres insoportable- dije corriendo a casa.
-¡No te enfades vecina! Esta tarde te voy a hacer una
visita ¿vale?-preguntó.
Entré en casa y
cerré de un portazo.
-Vero, ¿qué te pasa?-preguntó mi madre sobresaltada.
-Nada-susurré- un día muy largo. Me voy a mi habitación y
luego a comprar la pintura.
-Vale-dijo poco convencida mientras yo subía las
escaleras- ¿no tienes hambre?
-No, esperaré a Mauri-aún faltaba media hora para que
viniera a comer.
-Ya te he comprado los libros, te los voy a forrar por la
tarde.
Subía a mi habitación. Estaba hecho todo un lio.
Me puse a ordenar y a sacar cosas de las cajas de
embalaje.
Encontré mi equipo de música y lo puse encima de una
estantería cerca de un enchufe y probé suerte.
-Bien, funciona- dije para mí misma.
Puse un CD de
música que había grabado hace unas semanas en mi casa. Antigua casa más bien.
Puse una canción que solía cantar con mis amigas. Ella no sigue modas de Juan Magán ft Salgado.
Una de mis favoritas.
Subí un poco el volumen y abrí la ventana porque iba a limpiar.
-Ven a bailar conmigo tu no bailes sola. Ay ayay, yayay
ven a bailar conmigo tu no bailes sola.
Enfadada con todo en la vida no valora que el tiempo
decida. Si la miras se vira y pierde el sentido a la salida. Exhausta de
evasivas cansada de mentiras no quiere bailar más. Princesa de mis sueños-canté
al ritmo de la música.
-¿No me digas que esa es tu habitación?-dijo una voz
familiar que procedía de la ventana.
-¡No!-grité.
-¡Si, somos vecinos de casa y de ventana!-dijo entre
carcajadas Daniel.
-¡No puedo estar tranquila ni en mi habitación!-dije
fulminándole con la mirada.
-Tranqui. No te molestaré-dijo marchándose de la ventana.
Por primera vez en todo el día lo vía afectado por mis
palabras.
Me había pasado.
-Lo siento mucho. No te mereces esto. Te has portado muy
bien con migo durante todo el día y yo me he comportado como una imbécil
contigo y no es tu culpa. Soy idiota- de pronto sentí mis pestañas mojadas, me
senté en la cama y comencé a llorar.
-La culpa ha sido mía. No llores por mi culpa por favor,
me haces sentir fatal…
-Es por el día que he tenido. No es tu culpa.
-¿Puedo entrar a tu habitación?-la pregunta me extraño
mucho.
-Si- respondí confusa.
-Ya estoy aquí-dijo Daniel pero, la voz procedía de muy
cerca.
Me giré y allí estaba plantado al lado de mí.
-¿Cómo…?
-Llevo haciéndolo un par de meses, me gusta mucho esta
habitación para dibujar, me inspira…- me cortó.
De repente me abrumó una sensación de deja bu muy extraña de cuando vivía en
Galicia y mis amigas me habían hecho una fiesta sorpresa y entraron por la
ventana de mi habitación.
Se me llenaron los
ojos de lágrimas que, de un momento a otro
se precipitaron a caer sobre mis mejillas.
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